El Barroco en Rembrandt: La Tormenta y su Mensaje

La obra, hoy perdida de Rembrandt, que data de 1663, constituye la única escena marina del pintor, elaborada en una época en donde los Países Bajos, recién librados del yugo español poco menos de 20 años antes.  Los Países Bajos para entonces tenían un camino ya trazado para dominar el mar, tanto en su propio territorio, como más allá de éste. La escena del cuadro está basada en el pasaje bíblico de Marcos 4:35-4 donde Cristo se embarca con sus discípulos en el mar de Galilea y enfrentan una tormenta inusual.  El momento representado constituye cuando los apóstoles desesperados increpan a Cristo, ante lo que responde ordenando al mar a “callar y enmudecer”. Con esas palabras, la tormenta cesa, y los apóstoles quedan sorprendidos de su autoridad sobre los elementos. 

La pintura se encuentra enmarcada dentro del Barroco del siglo XVII, en donde las composiciones usando el tenebrismo –fuertes contrastes de luz y sombra- es muy frecuente. Aunque la temática no deja de ser religiosa, las características del barroco neerlandés tienden a ser enfocadas menos hacia la devoción, como a la expresión de conceptos más laicos, en contraste con la fuerte religiosidad española. En este caso, los apóstoles en el barco, más que adorar a Cristo como figura divina, y quien no necesariamente es la figura central de la composición, lo están interpelando, incluso uno de ellos tomándolo de su toga a manera de reclamo. Esta clase de familiaridad e incluso de desafío sería imposible encontrarla en representaciones más antiguas o religiosas. Cristo queda en segundo plano en la escena, donde los que destacan son los apóstoles que están al frente del barco, iluminados por un haz de luz que proviene del destino al que se parecen dirigirse. En medio de la pintura, entre los que quieren tomar las riendas del barco, y los que le están reclamando a Jesús, se encuentra Rembrandt mismo, con una boina roja, invitándonos a la escena, con cierta cara de preocupación -el barco está fuera de control- y de vergüenza -posiblemente por la actitud igualada de los apóstoles que le reclaman a Cristo- ante la escena que nos está haciendo partícipes. Cabe destacar la actitud del rostro de Cristo en esta escena, en actitud de sereno cuestionamiento y sorpresa ante el reclamo de sus discípulos.  

Podemos dividir en tres grupos a los discípulos de esta escena: los que están al frente del barco, iluminados por el destino al que tratan de llegar, y que parece que con valentía están enfrentando la situación, los que están volteando a ver a Jesús para reclamarle que intervenga, y un tercer discípulo que parece que se da por derrotado, al asomarse al barco vomitando. Haciendo una analogía con alguna situación actual, esta escena parece normal en una oficina en medio de una crisis, donde tenemos al grupo de los que están tratándola de resolver, los que están buscando intervención “divina” a los altos ejecutivos –en la figura de autoridad de Jesús- y los derrotados y perdidos como el discípulo que ya está a punto de caer por la borda. Rembrandt nos invita a presenciar esta escena como quien recibe a visitas inesperadas, pero ya conocidas, para que atestigüemos como se resolverá la situación. 

La decisión del artista de destacar a los discípulos que resuelven por sobre los que increpan a Jesús puede ser reflejo del sentimiento de la sociedad sobre la religión en aquella época, libres de la exagerada y asfixiante religiosidad española. Esta representación pueden ser los mismos neerlandeses, protestantes y puritanos, con la idea del dominio de los elementos y el trabajo duro, que demuestran que, aunque Cristo esté en sus vidas, y quien ha marcado la meta, no es el que conduce el barco, sino los mismos tripulantes, aunque algunos claudiquen o se enfrasquen en reclamos sin sentido, que no hacen que la situación cambie. Tal vez también por eso Cristo les recrimina diciendo “¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?” Fe en quién cabría preguntarse. ¿Fe en ellos mismos para concluir la tarea tal vez? ¿Fe en Dios que los ha comandado algo estando seguro de que lo van a lograr? En estos momentos de formación de una nueva conciencia nacional, esta clase de mensajes resultan inspiradores, pues devuelve a los mismos personajes la confianza para acometer cualquier tarea, por muy complicada -véase la tormenta en la que están envueltos- que ésta sea. 

Rembrandt, testigo de su tiempo, y en este caso, a través de esta alegoría, testigo también de eventos bíblicos, trae a su actualidad este pasaje para transmitir un mensaje de afirmación y confianza de un pueblo recién liberado, cuyo destino no es otro que el mar. Ilustra un destino manifiesto que los neerlandeses cumplirían en poco tiempo, al hacerse dueño de los mares, amasando fortunas enormes a través del comercio y de –hay que decirlo- la trata de esclavos. Conformaban ya una de las compañías multinacionales más exitosas de la historia, y serían innovadores en la introducción de instrumentos financieros que hoy en día utilizamos. Con este tipo de manifestaciones artísticas, que podrían bordear en la propaganda –sin que ello tenga algo de malo- se pueden identificar los sentimientos de orgullo nacional y de confianza en sí mismos de los neerlandeses, pero a través de un filtro de exquisita sutileza, que Rembrandt pudo ejecutar a la perfección. Tal vez con esta lectura, ellos mismos no habrían dejado salir de su país esta obra, que lamentablemente fue robada en 1990 y a la fecha sigue perdida. 

Cita bíblica Marcos 4:35-4 

«Y aquel día, cuando llegó la noche, les dijo: Pasemos al otro lado. Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba. Y él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos? Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo gran bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?» 

Fuentes 

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